Hay personas que se niegan a cuestionarse lo aprendido, o sus creencias y prejuicios.
No se dan cuenta de en qué medida, eso que aprendieron, es realmente bueno y adecuado para ellos o simplemente perjudicial.
Se parte de una buena fe bastante ingenua de que todo lo que nos dieron y enseñaron era bueno para nosotros.
Uno ha de hacerse adulto y eso implica madurar y cuestionarse todo lo que traemos en nuestro equipaje del pasado, y tener ya la capacidad de ver, por nosotros mismos, qué creencias nos ayudan y cuáles nos limitan y nos complican la vida.
No somos nuestras creencias, ni siquiera somos nuestros pensamientos, y por tanto tenemos la capacidad de modificarlos cuando no nos sirven y de cambiarlos por otros más adecuados, al igual que cambiamos de traje cuando el anterior nos quedó pequeño.
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