Hemos intentado quitar la espiritualidad de la ecuación de la vida, y con ello lo único que conseguimos es no entender nada.
Dejamos en manos del azar o de la suerte la mayor parte de las respuestas porque no tenemos ni idea de por qué nos pasa lo que nos pasa, ni de por qué respondemos como respondemos..
La vida se convierte en un laberinto sin sentido y no tenemos ni idea de cómo hemos acabado en él. No entendemos el por qué tenemos consciencia, ni por qué el ser humano sufre tanto y a la vez hace sufrir tanto.
Es como intentar hacer un puzzle sin la mitad de las fichas y quejarnos luego de lo absurdo de ese juego, cuando somos, nosotros mismos, los que nos negamos a usar esas fichas.
Suele asociarse, encima, las experiencias espirituales a personas psicológicamente inestables, y no es así, la espiritualidad, cuando va unida al crecimiento psicoemocional de la persona, es, sin duda, la mejor opción para la cordura.
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