A lo largo de la historia la forma más habitual de resolver las diferencias ha sido siempre la violencia, el luchar contra el que mantiene posiciones diferentes de las mías.
Eso se sostenía además con una visión dualista de la realidad en la que el otro era el "malo" , yo el "bueno", y que eso justificaba tanto el odio como la intención de castigar. No es que fuera una visión realista, sino la forma subjetiva que teníamos de entender y manejar la situación.
Eso está cambiando, cada vez nos cuesta más sostener ese argumento simplista y cada vez nos cuesta más ver la violencia como una solución a nuestras diferencias.
Indudablemente eso es una prueba de que vamos evolucionando en general, aunque siga habiendo personas que sigan usando la violencia.
Esto me lleva a observar con interés todo el tema catalán porque supone para toda nuestra sociedad un auténtico reto el remover emociones tan profundas sin recurrir a la violencia y sin simplificar, tampoco, con visiones puramente maniqueas.
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