El modelo tradicional de vivir las relaciones ya no funciona, y mientras antes lo comprendamos, mejor será para todos.
No tiene ya el más mínimo sentido aguantar años y años en una relación insatisfactoria que prácticamente no nos aporta nada.
Podemos quedarnos en ella por lástima, lo cual es humillante para el otro, por miedo a la soledad, lo cual es humillante para nosotros, por los hijos, lo que les carga con una responsabilidad que no le corresponde, o por simple rutina.
Pero uno ha de ser honesto consigo mismo, coherente, y estar en relaciones que sienta positivas para su vida y para su evolución.
Relaciones que le permitan y le potencien ser tal y como realmente se es, que no nos anulen sino que nos realcen, en las que seamos valorados por lo que somos y no por lo que quieren que seamos.
Relaciones, en definitiva, en las que seamos respetados y en las que también seamos capaces de respetar.
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